Me seguía pareciendo a veces una
estupidez, porque yo no le había dado mucha importancia nunca. Sin
embargo, a través de tu espejo veo cómo aquél pacto entre
caballeros, como tú le llamaste, se ha ido convirtiendo en algo
irrenunciable.
La cuestión es sencilla, cada veinte
de mayo, desde hace treinta años, reunirse en la laguna, contarnos
nuestra vida, volver a revivir. Menos mal que, tras petición
compartida, como algunas fiestas patronales, podemos trasladar la
cita al fin de semana más cercano. Con el correr de los años, este
pacto se fue transformando en uno de los hitos de mi vida. Ahora lo
reconozco, pero creo que de lo menos práctico de mí he ido
configurando lo más importante a cumplir. Me sigo preguntando cómo
es posible que de lo más pequeño hagamos lo más imprescindible.
Este pacto es un refugio en el infierno. Este año no sé cómo podré
escapar a todo y viajar a Ruidera al encuentro. Pero me siento un
guerrero espartano en lucha contra la muerte. Volveré, nos veremos,
lo hemos pactado. Mi palabra, lo mejor que nos hemos dado, no se
romperá.
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